domingo, 22 de diciembre de 2013

Aquó, dwsciframdo WhatsApp de ña gemte

Desde que nos comunicamos por medios digitales, las erratas de todo tipo han proliferado. A las faltas de ortografía, expresión y puntuación que cometíamos cuando escribíamos a mano, hemos sumado los errores de edición, o sea, las erratas. En realidad el uso de los ordenadores nos ha dado la posibilidad de editar que antes solo teníamos cuando pasábamos a limpio un trabajo, artículo, receta o similar en una máquina de escribir.

En nuestros manuscritos a mano (porque también llaman «manuscritos» a los originales en ordenador antes de haber pasado siquiera un corrector ortográfico) era muy raro ver bailes de letras o confusión de unas por otras. Faltas de ortografía sí, pero erratas era menos frecuente o casi no había. Nadie escribe «ñas» a mano cuando quiere decir «las» y, sin embargo, es uno de los «lapsus clavis» más frecuentes actualmente.

Si con los errores gramaticales no era suficiente, el uso añadido de la edición vino a completar la difícil tarea de la expresión escrita. Y a los ordenadores se le ha sumado en los últimos tiempos el uso cotidiano de los chats en nuestros teléfonos móviles. Esta última herramienta añade agravantes a nuestros flirteos con la expresión y la comunicación: la inmediatez, la espontaneidad, lo efímero. Así que si antes en los mensajes de correo electrónico el cuidado y la revisión eran escasos o nulos, en los teléfonos móviles es casi imposible. Y, para ponerle una guinda al pastel, la función predictiva de los teclados, en muchas ocasiones, cometen el error que tal vez tú no hubieras cometido nunca.

Por eso últimamente nos pasamos la vida descifrando WhatsApp de nuestros conocidos. Porque están tan encriptados que a menudo es necesario mandar una línea más de texto para corregir lo inmediatamente escrito y que casi ni nosotros entendemos. De ese modo hemos aprendido a comprender palabras a las que se les ha colado un carácter por otro, la tecla de al lado de la que queríamos pulsar. Por supuesto ha desaparecido la puntuación, y si vemos escrito «No he sido yo», en nuestra cabeza y sin querer colocamos la coma que falta. Paradójicamente pudiera parecer que esa sencilla frase es confusa. Pero la naturaleza del chat hace que no lo sea. Si quisiéramos negar nuestra intervención en algo, diríamos «Yo no he sido»; al aparecer en primer lugar el «No», sabemos que inmediatamente detrás debe ir una pausa. Y entonces comprendemos.

De modo que de nuevo nuestra expresión depende del medio que estemos utilizando, los errores que en un mensaje nos confundirían, en un chat no tienen efecto. Hasta ahí llega nuestra capacidad de síntesis de la idea y de interpretación del mensaje.

Esto en términos generales. Porque en realidad y con frecuencia yo no entiendo a mis amigos hasta que no leo dos veces sus frases. Los bailes y las suplantaciones de letras ya casi los tengo controlados, lo que peor llevo es la ausencia de puntuación.

Por eso nos pasamos la vida descifrando WhatsApp. No es difícil: basta con haber interiorizado en nuestro tuétano la disposición «qwert» del teclado para entender frases aparentemente cifradas como estas de ayer mismo.

- Pero so lo ha visto oí Luis en la valle
- Si tiene mas fotos miad qie me las mande
- Yo creo q es n madrdi
- qcyo tambieb me voy con vosotraa
- p no hacer mas msletas
- llfvaz al lado un tonton no?
- bue.os días…. q pereza maletas…. q lejo lo veo aun
- hay ina neurpna q lleva solo los mapas
- q si q van los tres y lis 40 uros



22 de diciembre de 2013



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